Y el día murió, el ocaso había llegado, el cielo fue cubierto por el elegante y oscuro manto de la noche tornándolo bello y misterioso, una luna creciente se asomaba por el horizonte y teniendo como únicos testigos de mi presencia a las estrellas me dispuse a disfrutar del halo de vida que se me había otorgado. En el verde y frondoso bosque a mi alrededor los dulces aromas de las flores y los aceites se mezclaban para inundar al olfato de todas las criaturas con el placer exquisito del olor de la vida. Los animales nocturnos empezaban a salir de sus escondites, atentos a los movimientos a su alrededor, la magia empezaba a sentirse por el camino que estaba a punto de recorrer. El canto de aves en cacería, el rápido zumbido del corazón de un minúsculo ratón, los silenciosos pasos de los insectos por entre la tierra, todo era una orquesta musical, acarreando cada sonido hasta el rincón más oculto de bosque. Era hora de empezar mi camino (...caminante no hay camino, se hace camino al andar..) y al principio un notable silencio me dio la bienvenida, había interrumpido los cantares de la oscuridad sin intención, empecé a girar para crear mi propio sonido, mi única nota, para aportar algo al canto e invitar a los otros protagonistas del concierto a continuar con la melodía, y así lo hicieron. El bosque se iluminó, no de luz sino de la alegría reflejada en cada ser viviente, en sus ojos, en las hojas, y en las garras, esa misma alegría me lleno a mí , y lo traté de expresar en cada vuelta que daba, recorrí las sombras y los destellos, y me impresioné con su belleza al contrastar, rocé la tierra húmeda y fértil, pude sentir toda la esperanza, una nueva oportunidad, el nacimiento de la vida misma a la vida. Seguí avanzando, con alegría y esperanza en mi alma. Con unas cuantas piruetas me elevé y conmigo lo hicieron unas cuantas hojas bailarinas, y supe que no estaba sola, que al menos esa simpleza de imitar mi vuelo me acompañaba. Subí por entre la copa de los árboles y pude ver el nido de un pájaro que cubría a sus polluelos, en sus alas y en sus ojos había tanta ternura, tanto amor que me contagiaron y sólo pude amarlos yo también, con un giro me acerqué a ellos y acaricié sus plumajes, los abracé y los besé y los amé como si fueran mi propia vida. Un giro más y abandoné aquel nido, y seguí mi sendero con alegría, esperanza y un amor puro dentro de mí. Me elevé más y me adentré entre las ramas altas de los árboles y me quedé en ellas, a mi paso podía sentir el espontáneo movimiento a mi alrededor, las verdes y suaves hojas acariciaban mi presencia, me abrazaban y aunque ya antes había sentido amor por otros, supe que este sentimiento era para mí, amor para mí. Seguí girando, seguí subiendo, seguí sintiendo, pero ahora tenía alegría, esperanza, amor para dar y amor para recibir en mi alma, y pensé que mi vida era especial, que todo lo especial de este bosque había llegado a mí. Más fuerza llegó a mí espíritu para continuar con mi jornada, y subí aún más allá de la copa de los árboles y me entregué al vacío del cielo nocturno y al mirar hacía abajo, donde había estado, contemple el bosque desde las alturas, y no sólo vi una inmensidad de verde, sino que vi la vida, el amor, el contraste y también pude ver casi al final que era mucho más hermoso de lo que yo había pensado Sin darme cuenta descubrí una cosa más al observar que el tiempo para mí había llegado, la tristeza también estaba en mi alma ahora, lo que amo se iría de mí para siempre, y algo impresionante sucedió, diminutas gotas de agua cristalina brotaron de mi ser. Y sólo quedaba una cosa por hacer en mi existencia, entregarme a lo que amo, ser feliz y esperar un nuevo comienzo, y me entregué a mi amor, el bosque, fui y soy feliz al contemplar que mi espíritu aprendió a amar y a tener esperanza y espero a que el último suspiro de vida que hay en mí renazca para volver a amar. La noche esta a punto de terminar, la luna ha desaparecido y las estrellas están menguando su luz. Los primeros rayos del sol ya están en el oriente, la alegría regresó a mí y sonreí, la gran luz del día me envolvió con su calor, llenando de calor mi alma, una última muestra de amor.
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